Halle Berry lidió con el racismo desde una edad muy temprana, cuando se mudó del centro de Cleveland a los suburbios, donde los índices de criminalidad eran más bajos pero la gran mayoría de la población era blanca. Como explicó a la revista People en el 2017, “Como mi madre era blanca y mi padre afroamericano… nos llamaban Oreos y nos ponían nombres, y los niños no lo entendían, así que éramos diferentes. Éramos el blanco de muchas bromas”. Berry lo compensó esforzándose por sobresalir en clase, y con el tiempo también se convirtió en editora del periódico, presidenta de la clase y animadora. También era lo suficientemente popular como para ser elegida reina del baile, aunque fue acusada de hacer trampas para conseguir el puesto. Como recordó a New York Times en 1995, “Trabajé mucho para ser aceptada, pero cuando se trataba de ser un estándar de belleza para la escuela, no me querían. Eso me enseñó. Se acabó el ser un oso bailarín”. Berry pasó por momentos difíciles tras mudarse de casa e intentar convertirse en modelo. Atribuye a su madre el enseñarle a valerse por sí misma. Luego de que una mala compañera de piso dejara su apartamento de Chicago sin pagar 1.300 dólares de alquiler, la madre de Berry se negó a pagar la factura. Como recordó Berry a la revista People en el 2015, “Ella me hizo ver que tenía que hundirme o nadar. A partir de ese momento, me hice independiente”. Berry se trasladó
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